Consejos para maestros nuevos

A continuación te comparto una serie de consejos que me hubiera gustado que alguien me compartiera en mis primeros años de docente:

1. Acepta que ejercer la docencia es un acto de apostolado

Junto con las profesiones del área médica, los docentes somos quienes tenemos la profesión más infravalorada de la sociedad, pues el valor de nuestro trabajo nunca corresponderá con ninguna cantidad de dinero que pudieran pagarnos, y por eso nuestro salario siempre nos parecerá muy poco. Si para ti es más valioso el dinero  que la transmisión de conocimientos y habilidades para las siguientes generaciones, definitivamente este trabajo no es para ti.

2. No olvides que el objetivo principal siempre será que los alumnos aprendan (y aprueben)

Aunque muchos padres de familia creen que la escuela es un tipo de guardería, o los alumnos crean que es un lugar al que se va a entregar trabajos, no debes perder el objetivo principal de todo docente: que el alumno aprenda. A veces parecerá que tu trabajo consiste en dar discursos, divertir a tus estudiantes o simplemente entregar listas de calificaciones, pero nada de eso debería ser considerado la esencia de tu labor. No te sientas satisfecho hasta que compruebes que tus alumnos salieron de tu clase con más conocimientos y habilidades que con las que entraron.

3. No te vuelvas uno de esos maestros “que no enseñan”

Hay profesores que creen que su trabajo consiste en pedir y revisar trabajos, poner a los alumnos a exponer el temario o a resolver páginas del libro de texto. Esto es una mala práctica, y difícilmente podría ser considerado “enseñar”. Los alumnos preferirán siempre que les presentes los temas y verifiques que hayan aprendido de manera dínámica. Aunque “dar cátedra” está satanizado por ser “enseñanza tradicional”, si se combina con otras estrategias, no tiene nada de malo (como se demuestra con el éxito de los tutoriales de Youtube).

4. Nunca hagas comentarios sobre el aspecto físico de un alumno, ni mucho menos tengas contacto físico

Es muy fácil ser acusado de acoso, y siempre pesará más una acusación de un alumno que la palabra del profesor. Evita malentendidos manteniendo una distancia apropiada con tus estudiantes, tanto física como en línea. Incluso, debes ser más reservado con tu información personal, y no sorprenderte si en algún momento hacen memes con tus fotografías de Facebook.

5. Tus colegas no te verán como su igual (aunque lo seas) durante un tiempo

Debes hacerte amigo de tus colegas, no solo para ayudarse mutuamente con desahogos y consejos, sino también para mantener tu salud mental y no terminar como un “outcast“. Lamentablemente algunos de ellos (generalmente los que cuando se presentan te dicen su número de años en la docencia) te verán como un novato y no se tomarán en serio tus sugerencias, críticas y nuevos métodos, pero con el tiempo y los resultados de tu trabajo seguramente te ganarás un lugar entre ellos.

6. Todos te tratarán según la imagen que hayas hecho de ti

Tanto alumnos como colegas y directivos te pondrán etiquetas (el exigente, el serio, el chistoso, el que no enseña, el barco, el peleonero, el criticón, el tecnológico, etc.). Es por esto que debes procurar hacerte de una buena fama y usarla a tu favor. La estrategia de “no sonrías hasta diciembre” consiste en comenzar un curso de manera seria y exigente para luego ir relajándose con el tiempo si el grupo lo amerita.

7. No te enganches emocionalmente con tus alumnos

Los alumnos, al igual que los hijos, son prestados: solo pasarán unas cuantas horas a la semana contigo y continuarán con sus vidas. Algunos te contarán sus problemas y te preocuparás por ellos, pero debes recordar que desafortunadamente lo más que puedes hacer por tus estudiantes es brindarles motivación verbal (que tampoco es poca cosa).

8. Si dejas algún margen para que tus alumnos hagan trampa, ten por seguro que la aprovecharán

Nuestros alumnos tienen muy internalizada la mentalidad del mínimo esfuerzo: siempre buscarán trabajar lo menos posible si la situación lo permite. Esto no es necesariamente malo (a los seres humanos nos gusta ser eficientes), el problema viene cuando, al no ver ganancia en el proceso de estudio, se lo saltan, haciendo trampa. Si no encuentras maneras de prevenirlo, copiarán y harán fraude siempre que sea posible. Afortunadamente, algunas trampas pueden utilizarse como estrategias de aprendizaje, como solicitar trabajos escritos totalmente a mano para evitar el Copy-Paste digital, o que el día del examen todo el salón elabore colaborativamente un acordeón en el pizarrón.

9. Logra mucho haciendo poco, o acabarás con burn-out

Si tienes 200 alumnos por semestre, no hagas exámenes kilométricos ni dejes trabajos individuales de 50 cuartillas. Acabarás odiando tu trabajo (en un síndrome muy común entre docentes, el burn-out) y tampoco podrás darles a tus alumnos una buena retroalimentación que sea proporcional a su esfuerzo. Haz uso de tecnologías y de repartición de trabajo para evitar la talacha innecesaria.

10. Existe una manera muy fácil de ganarte a tus alumnos: apela a su ego

Dicen que la palabra más dulce para cualquier oído es el nombre propio. Si te aprendes sus nombres, conoces sus gustos y los felicitas, tendrán simpatía por ti. Muchos de tus estudiantes carecerán de la atención de un adulto en casa y se sentirán apreciados si tú les das un poco de tu atención.

11. Tu mejor aliado es la preparación

Nunca llegues al salón de clase a improvisar. Siempre debes tener muy claro cuáles serán los temas por verse y cuáles las actividades que se realizarán, e incluso actividades de reserva en caso de que alguna no se pueda realizar o tome menos tiempo del previsto. En tu agenda personal debe estar escrito el tema que se verá en clase.

12. Haz todas las advertencias desde la primera clase.

Sobre advertencia no hay engaño. Si desde el primer día de clases dejas muy claras las reglas que impongas para tu clase, nadie podrá acusarte de arbitrario cuando las apliques. Inventarse reglas y castigos (o cambiar los porcentajes de evaluación)  a medio semestre te deja como un improvisado y poco serio.

13. Repite varias veces lo que es importante que aprendan

Nada que se escuche -ni se haga- una sola vez se aprende. Por esta razón debes ser descaradamente repetitivo (o más bien, reiterativo) con los temas importantes. Antes de comenzar con la exposición de la clase siempre debes preguntar si recuerdan qué aprendieron la clase pasada, y si tienes dos clases a la semana debes revisar un mismo tema ambos días.

14. Cambia de actividad cada 20 o 30 minutos

Los alumnos se aburren mucho en clase. Nos enfrentamos con generaciones que están acostumbradas a la recompensa inmediata, por lo que es muy fácil perder su atención. Sin embargo, si varías las actividades de clase cada 20 minutos es más fácil que conserves su interés, como podría ser:

preguntas de apertura → repaso de la clase anterior → presentación del nuevo tema → realización de actividad → revisión grupal → diálogo grupal → revisión de lo hecho en clase

También es importante variar el tipo de clases de vez en cuando (películas o videos, actividades en el patio, juegos no relacionados con la clase, etc.)

15. Tus alumnos te van a decepcionar mucho

A veces vas a sentir que el interés o el progreso de tus alumnos no se ve correspondido con tu esfuerzo. Te sentirás mal cuando solo unos cuantos entreguen una tarea o la mayoría del grupo repruebe un examen. Esto no debe desmotivarte, sino llamar tu atención para que pienses (de manera sobria) qué cambios debes hacer para lograr un aprendizaje exitoso.

Solo 1 de cada 50 alumnos sabe usar acentos en tercero de secundaria

El estudio “La ortografía de los estudiantes de educación básica en México” (de 2008) reveló que solamente el 2% de los estudiantes de tercero de secundaria sabían usar tildes. Esto obviamente es síntoma de una pésima enseñanza de la lengua materna.

Pocas cosas evidencian tan claramente el nivel educativo de una persona como su ortografía y su conocimiento gramatical. Los errores gramaticales de políticos llegan a ser, incluso, meritorios de cobertura noticiosa nacional, como cuando el Secretario de Educación Aurelio Nuño dijo “ler” en vez de “leer” (y, penosamente, una niña tuvo que corregirlo frente a las cámaras), o como cuando el candidato presidencial José Antonio Meade dijo “resolvido” en un discurso público, y tuvo que publicar en Twitter una foto de él repitiendo planas de “Se dice ‘resuelto’, no ‘resolvido’”. Contradictoriamente, la misma severidad con la que se juzgan los errores de personajes públicos no se aplica en la población general. Cuando una persona común y corriente comete un error, el gran grueso de la población se justifica diciendo “pero me entendiste”, “ay, qué fijado”, “pero es Facebook”, “es que sí me fallan los acentos”, “así está en mi acta de nacimiento”, “tú has de ser perfecto”, o peor aún, “los acentos no importan”. Este desdén por la ortografía es en realidad el triste síntoma de un sistema de enseñanza de la lengua materna fallido, que no ha logrado inculcar en el estudiantado la importancia de una escritura impecable.Los resultados que reveló el estudio del INEE “La ortografía de los estudiantes de educación básica en México” son francamente terroríficos: los estudiantes de sexto de primaria escriben mal el 15.6% de las palabas que usan, y 3 años después (en su último año de secundaria), ese porcentaje solo baja a 12%. Aproximadamente, una de cada 10 palabras que escriben, la escriben mal. Esto contrasta con el nivel de dominio de la escritura con otros países, como sucede con Japón: mientras un niño niponés ya sabe escribir 2136 caracteres en primero de secundaria, un niño mexicano de tercero desconoce completamente cuáles son los usos de la tilde. Hay, incluso, jóvenes en nivel bachillerato que desconocen su nombre, y la llaman “la comita que va arriba de la letra”.

Si se observan cuáles son los principales problemas de ortografía del niño mexicano, es evidente que el principal problema de escritura al finalizar la educación básica es que los alumnos no saben usar el acento gráfico, al grado de que solamente uno de cada 50 estudiantes los utiliza correctamente. La causa de este vergonzoso dato estadístico es sin duda por causa de una mediocre enseñanza por parte del estado, más que culpa individual del alumno: si el 98% de los alumnos no saben usar tildes al finalizar la secundaria, es por culpa de los programas de estudio y la capacitación docente por parte de la SEP. Lamentablemente, no es raro ver a profesores de Español con faltas de ortografía: sería un experimento interesante ver cuántos de los profesores de lengua son realmente capaces de definir conceptos como “hiato” o “sílaba átona”.

Para saber cómo usar la tilde en español es necesario contar con dos habilidades previas: saber dividir en sílabas y saber reconocer cuál es la sílaba tónica de una palabra. Los estudiantes de bachillerato suelen contar con la primera habilidad (aunque de manera intuitiva y con algunas dificultades con la diptongación), mientras que en la segunda la mayoría adolece totalmente: son incapaces de leer correctamente triadas de palabras que sólo se distinguen por la posición de su sílaba tónica, como “méndigo, mendigo, mendigó” o “ejército, ejercito, ejercitó”. Esta es la verdadera razón por la que los alumnos ingresan al bachillerato con la noción de que las tildes son un fenómeno ortográfico místico e inasequible.

La doctora en Lingüística Irma Munguía Zatarain (autora del manual más usado de ortografía y gramática a nivel bachillerato), resalta que desde 1993 en la educación básica “decidieron que había que eliminar los últimos temas que quedaban de gramática, porque estaba en boga en ese momento el método comunicativo funcional, que recomienda que los niños aprendan haciendo, es decir, que aprendan a escribir escribiendo y a leer, leyendo”, lo cual considera un error, pues “nuestros alumnos saldrían con un sustento teórico que les iba a permitir manejar con mayor dominio su lengua, por eso no escriben bien, la gramática no sirve para escribir bien de inmediato, pero sirve de manera indirecta” (fuente). La investigadora da a entender un supuesto pedagógico que no ha permeado del todo en los docentes: enseñar práctica sin teoría es, en realidad, enseñar a hacer sin saber: es enseñar a simular. Si los docentes de Español prefieren evaluar con un trabajo escrito y no con un examen donde se demuestre el dominio de los conceptos teóricos de ortografía y acentuación, el alumno se queda con la idea de que no es necesario aprender las reglas para el uso de la tilde si basta con utilizar el corrector de ortografía de Microsoft Word. Por eso no es raro encontrar profesionistas cuyos textos únicamente tienen corregidas las faltas de ortografía que les resaltó el procesador de textos, que generalmente no detecta siempre todos los errores: el programa es incapaz de distinguir equivocaciones por homofonía, como sucede, por ejemplo, si escribiste “se cayó” cuando en realidad te referías a “se calló” o viceversa.

¿Qué nos queda por hacer? Desafortunadamente, hasta que la SEP decida darle la importancia que merece a la ortografía y a la gramática en sus planes de estudio a lo largo de todo el sistema educativo, quedará como responsabilidad individual de cada alumno el aprender a escribir correctamente. Ojalá les interese no andar pasando vergüenzas cuando sean profesionistas después.